«Chúpate esa», por Stephen King

American Vampire de Scott Snyder, Rafael Albuquerque y Stephen King

Esto es lo que los vampiros no deberían ser: pálidos detectives que beben bloody marys y que solo trabajan de noche; melancólicos caballeros sureños; chicas adolescentes anoréxicas; guaperas de ojos grandes e ingenuos.

¿Qué deberían ser?

Asesinos, cariño. Asesinos inmutables que nunca tienen bastante de esa sabrosa sangre grupo A. Chicas y chicos malos. Cazadores. En otras palabras, la América de medianoche. Rojo, blanco y azul, pero sobre todo rojo. Vampiros a los que ha desplazado el romance ñoño y empalagoso. Por eso me sentí tan excitado cuando Scott Snyder, un escritor al que conocía por su excelente libro de relatos cortos Voodoo Heart, me mencionó en un e-mail que estaba hablando con los tipos de Vertigo sobre hacer una serie de cómic de vampiros. Su punto de vista era único, su entusiasmo, contagioso.

Lo que pretendía hacer con la historia de Skinner Sweet (y sus víctimas) era algo magnífico: ni más ni menos que narrar el desarrollo de América a través de los ojos inmortales de un nuevo tipo de vampiro, uno que podía caminar bajo el sol. Vi el potencial que eso tenía para algunas historias terroríficas, y me gustó la resonancia de todo aquello. Hay un subtexto que nos susurra poderosos mensajes sobre el ilimitado poder de América y su lado oscuro: una avaricia ilimitada por el dinero y el propio poder.

Scott quería una nota publicitaria en la portada del libro.

Le pregunté si, en lugar de eso, podía escribir una historia. De hecho, más que escribirla quería tomar un soplete y grabarla a fuego, como si fuera un gran y terrible tatuaje.


Portada original del cómic Creepshow de Stephen King

Skinner Sweet por Rafael Albuquerque.


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«Terminé escribiendo el origen de Skinner Sweet, y no hubo nadie más feliz que yo con aquello. Si os gusta, no me lo agradezcáis a mí: lo escribí basándome en el argumento detallado que me dio Scott, añadiendo detalles y adornos por aquí y por allá, pero sin alejarme nunca de la línea narrativa. ¿Por qué joder lo genial?»

Si no os gusta, perdonadme al menos el hecho de ser nuevo en esta forma de narración. (Claro que, si no os gusta, ¿qué carajo estáis haciendo aquí?) Llevo toda mi vida leyendo cómics —eché los dientes con Plastic Man y Combat Casey—, pero en los últimos 15 años o así, el medio se ha desarrollado mucho. Le estoy muy agradecido a Mark Doyle, que edita American Vampire. Mark me ayudó mucho al enviarme los guiones de los excelentes cómics Northlanders y Scalped. Aprendí de ellos tanto como pude (y releí todas las historias de Locke and Key escritas por mi hijo Joe Hill), y escuché humildemente cuando me enseñaron algunas de las reglas nuevas (descubrí que los globos de pensamiento ya no estaban de moda).

Fueron Mark y Scott quienes (con gran talento) corrigieron mis guiones cuando contenían errores. Y tengo que hablar del impresionante Rafael Albuquerque, que fue quien trajo a una vida terrible y vibrante nuestras palabras y descripciones. Nunca se lo agradeceré lo bastante. Al ser alguien incapaz de dibujar la “o” con un canuto, estoy en deuda con él. Ver esas viñetas pasar de escuetos bocetos a dibujos detallados ha sido la mayor recompensa que he tenido en mi vida creativa en mucho tiempo. Puedo hacer historias, puedo hacer diálogos, pero la magia del arte de Rafa arroja una nueva dimensión sobre todo ello.

En resumen, se trata de devolverles sus dientes a los chupasangres, esos que los vampiritos dulces y tiernos les robaron hace tiempo. Se trata de volver a hacerlos terroríficos. Gracias, chicos, por dejarme formar parte de esto. Skinner Sweet sí que sabe chupar... y, tío, eso mola de verdad.

Stephen King
Mayo de 2010

El texto pertenece a la introducción del primer volumen de American Vampire. ©2013 ECC Ediciones. Traducción de Francisco Calderón Fernández.

Comentarios

  1. En relación a lo que dice King sobre el subtexto que susurra poderosos mensajes sobre el poder ilimitado de América habría que decir que en sus novelas, de manera más o menos explícita, aparecen críticas muy claras sobre los aspectos menos agradables de la sociedad norteamericana. En el fondo de sus fábulas terroríficas, King nos viene a decir: cuidado, amigo, esta sociedad tan limpia, ordenada y celosamente puritana guarda un corazón gótico y sangriento repleto de horrores. La enfermera puede ser una asesina enloquecida; el payaso un ente diabólico sobrenatural; el mismísimo diablo puede abrir una tienda en la esquina como quien abre una mercería; devolver o sacar un libro de una biblioteca puede ser toda una odisea terrorífica; por no hablar de los coches, símbolos del poder y el machismo en una sociedad hipersexual como es la yanki: también tienen su dimensión demoníaca; el marido perfecto es un psicópata; y hasta el mero acto de escribir para un escritor fracasado y que anhela como sea su gran éxito puede convertirse en una pesadilla infernal con toques de humor negro. Recuerdo que en una de sus primeras novelas "Maleficio" el protagonista, víctima de una maldición gitana que lo hacía adelgazar inexorablemente, recorría en un viaje desesperado para salvar su vida un montón de pueblos de Maine o Vermont e iba ofreciendo toda una radiografía social de estas localidades. En "Maleficio" el antihéroe era el clásico yanqui orgulloso de su dinero, su barriga y su casa-clase media alta con jardín, mujercita y tarta de manzana. Esta facilidad que tiene Stephen King para alegorizar el horror y la paranoia americanas lo convierten en un autor universal porque estos miedos son universales. Quizá sea así porque su idea del horror se fue forjando en su niñez, en los años 50, cuando estaban de moda las películas de invasiones marcianas, comunistas en el planeta rojo o ladrones de cuerpos: la chifladura maccartista de la guerra fría. Y luego se hizo hombre en los 60 y primeros 70, cuando el "American way of life" fue puesto en cuestión por toda una generación contestataria. Así que lo paranoico y lo crítico, con grandes dosis de humor, se mezclan muy bien en sus libros. King es un autor popular, y crítico, cosa que a veces se olvida cómodamente.

    Un cordial saludo.

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    1. Stephen King se ha mostrado siempre muy crítico con la sociedad estadounidense, en especial, con la gente de provincias o pequeñas ciudades como en la que él se crio. Bueno, no siempre es crítico, más bien intenta reflejar las costumbres particulares, a veces grotescas, que observa en el día a día en sus vecinos.

      Respecto a cómo su gusto por el horror se fue forjando desde su niñez, por un lado habría que mencionar las clásicas películas de monstruos y ciencia ficción, así como los cómics de terror y crimen de EC, los cuales devoraba (y quiso homenajear en «Creepshow»). No obstante, creo que su estilo de narrativa y el enfoque costumbrista de sus novelas se lo debe, en parte, al nuevo terror que llegó a partir de la década de 1970, donde el mal abandonaba los decrépitos castillos alzados en territorios lejanos y ambientes góticos, para adentrarse en la cercanía de tu propio vecindario, en tu trabajo, en tu escuela, etc. Y, por supuesto, en muchas de sus novelas hay un subtexto en el que también se cuestiona la política de su país, por ejemplo, en lo referente a la guerra de Vietnam. La novela «La larga marcha» bien podría ser considerada una analogía del reclutamiento de jóvenes a una guerra en la que encontrarán una muerte segura.

      Muchas gracias, como siempre, por pasarte y aportar tus impresiones.

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    2. Gracias a ti por tus observaciones, tan enriquecedoras. Es verdad que Stephen King se da a conocer como novelista de terror a principios de los 70, la misma época en que aparecen los nuevos "horror directors" como Tobe Hooper, Brian de Palma, su amigo George A. Romero, Cronenberg o Wes Craven. Casi todos hicieron su adaptación más o menos lograda de las novelas de King. Y tenían como él una dieta abundante de cómics de terror y un gusto por subvertir las normas tradicionales del género estilo Hammer etc. En Creepshow Stephen King protagonizaba el divertido capítulo del paleto al que le cae el meteorito en su granja, con consecuencias tragicómicas (la inspiración es "El color caído del espacio" de H. P. Lovecraft). King no es buen actor, pero tiene su gracia.

      Estoy de acuerdo también en que su costumbrismo puede ser crítico sin pretenderlo él, simplemente observando las formas de vida de los ciudadanos americanos corrientes. Lo grotesco cotidiano, efectivamente.

      ¿Cuáles te parecen las mejores adaptaciones al cine de King? A mí me gustan mucho Misery, Carrie, La zona muerta y El cementerio viviente. Además de la mini-serie de los 70 de Tobe Hooper sobre Salem´s Lot. De El resplandor no digo nada porque es una gran película de Stanley Kubrick más que una adaptación de King, quien la criticó duramente.

      Un gran saludo.

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    3. Precisamente en ese tipo de ejemplos estaba yo pensando. A finales de la década de 1960 y comienzos de 1970 surgieron novelas y películas como «La semilla del Diablo», «El exorcista», «La matanza de Texas» y «La noche de los muertos vivientes», que exploraban un tipo de horror distinto y no carente de mensajes subliminales. Y no hay duda de que esos directores de cine que mencionas, y que surgieron precisamente en aquella época, vieron también en el material de Stephen King ese nuevo terror, más actualizado y cercano.

      Es cierto que las aptitudes de King en el campo de la interpretación no van parejas a su habilidad como narrador de historias, pero siempre es divertido verle en algún papel o haciendo un cameo. El de «Creepshow» es especialmente divertido. No conocía ese relato de Lovecraft que mencionas; lo que sí veo es un cierto parecido con Swamp Thing, el hombre-planta creado por Len Wein y Bernie Wrightson, quien casualmente también se encarga de dibujar la adaptación a cómic de «Creepshow».

      En relación a las adaptaciones me decanto por aquellas de tono más dramático como «Misery», «Dolores Claiborne» y «Cadena perpetua». Aunque entre las que se sumergen en el puro terror y lo sobrenatural también disfruto mucho con «IT», la versión televisiva con Tim Curry en el papel de Pennywise. La adaptación de «El resplandor» de Stanley Kubrick también me gusta mucho, y al igual que tú, la valoro más como una película propia del director que como una adaptación fiel a la obra original de King.

      Saludos.

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