«Por qué preferí a Batman», por Stephen King

Batman 400 con introducción de Stephen King

Cuando era niño, había ciertas preguntas que surgían y tenían que ser contestadas... o al menos aireadas, si se encontraba una respuesta concluyente e irrebatible. Una era si el éxito de la serie de TV El mundo de Don Larsen era debido a los efectos especiales, a que estaba predestinada o tenía solo mucha suerte. Otra era sobre lo que había en el centro de las pelotas de golf. Bueno, todos sabíamos lo que había bajo la rugosa capa blanca: billones de gomas elásticas. Pero había algo más en ese centro... un líquido que muchos creían que era el veneno más mortífero del mundo y para otros era una sustancia tan corrosiva que te hubiera disuelto los dedos al instante hasta el hueso, y aún para otros era una sustancia  que podía explotar si la vertías sobre el pavimento caliente. También nos preguntábamos por qué todos los personajes de Disney llevaban guantes y si existían o no tales cosas como un juego completo de fichas verdes de Davy Crockett (las rojas eran fáciles, pero las verdes eran misteriosamente escasas), si saldrías a China del revés excavando toda la tierra hasta llegar al otro lado...


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«Estas eran preguntas que se hacían y se contestaban después de estar cansado de nadar hacia la balsa y te recostabas en la playa, o cuando ibas a casa tras el baloncesto en un dulce atardecer de verano con los pies hirviendo dentro de las bambas, o antes de quedarte dormido en los campamentos. Y una de ellas siempre era esta: ¿A quién prefieres, a Superman o a Batman? Yo siempre elegía a Batman.»

Seguro que algunos de mis amigos no recuerdan ya ni los cómics ni la pregunta, pero me alegra decir que yo nunca crecí por completo, solo un poco más el pelo en algunas partes del cuerpo y el sentido de la responsabilidad en mi corazón y tengo amigos a los que les ocurrió lo mismo: amamos a nuestras esposas e hijos, seguimos trabajando, pero también seguimos leyendo cómics. Y aún prefiero a Batman. Esto no quiere decir que no me gustara Superman. Os aseguro a todos los que pedís mi cabeza (incluyendo editores, escritores y dibujantes que darían su vida, su honor y sus sagrados cheques por proteger la imagen y el buen nombre del Hombre de Acero) que disfruté mucho con él. No podía “no gustarte” porque era un buen chico (y en contra de las creencias de algunos cascarrabias, tanto antes como ahora, los niños sienten una atracción natural por los buenos chicos... gracias a Dios), porque tenía todos esos fantásticos poderes, porque tenía ese increíble montón de enemigos con los que luchar (incluyendo a ese pequeño duende con ese nombre impronunciable —aunque todos le llamábamos Mixtaplic— que para mandarlo de vuelta a la cuarta dimensión debías decir Kilpatzim, o algo así), porque tenía buenos amigos (incluyendo a Perry White, que era J. Jonah Jameson mucho antes de que cierto trepamuros hubiera pasado de los pañales a los pantalones de deporte). Pero había algo en Superman que siempre encontré un poco... cómo te diría. No decepcionante, no es lo que quiero decir, espera, ya lo tengo. Prefabricado. Era demasiado fuerte para mí, demasiado capaz, quizás porque yo era un niño que llevaba gafas gruesas, o quizás  solo porque el concepto de invulnerabilidad le hizo parecer un héroe con una injusta ventaja (el ser bueno siempre es más difícil que ser malo). El súper-aliento, por ejemplo. ¿Es justo ser capaz de devolver Metrópolis a su lugar soplando cuando Lex Luthor la había mandado al Atlántico con jets nucleares? Quizás, pero yo tengo algunas dudas sobre eso. También tenía su talón de Aquiles, por supuesto, pero era (al menos hasta que los editores comenzaron a embrollar el asunto con kriptonitas rojas, amarillas y de color pistacho) uno muy pequeño.


Portada original del cómic Creepshow de Stephen King

Stephen King, 4 de julio de 1952.


Batman, sin embargo, era solo un hombre. Con dinero, sí. Fuerte, por supuesto. Inteligente, puedes jurarlo. Pero... no podía volar. Creo que eso me decidió más que cualquier otra cosa. Recuerdo los anuncios para la primera película de Superman (¿recordáis la primera película de Superman? Sí, hace mucho tiempo ya, cuando el mundo era joven y los dinosaurios se paseaban por la Tierra) decían: Creerá que un hombre puede volar. Bueno, yo no me lo creí. Ni en la película ni mucho menos en los cómics (irónicamente, me lo creía más en la serie de TV). Pero cuando Batman saltaba con una cuerda a la madriguera del Joker o evitaba que el Pingüino tirara a Robin en un caldero de aceite hirviendo con un buen lanzamiento de batarang, sí creía. No eran cosas veraces, eso te lo puedo garantizar, pero eran posibles. Podía creer en un cruzado con capa que se balanceaba en las cuerdas, lanzaba boomerangs con una puntería magistral y conducía velozmente como si llevara a una embarazada al hospital. El Super-aliento era difícil de creer, pero un tipo que guardaba un poco de sustancia disolvente (para algunas sogas problemáticas que los criminales insistían en usar para atarte) en un compartimento de un cinturón multiuso, una linterna muy potente en otro y algún anestésico de efecto rápido a mano en otro más (Batman dormía a la gente con dardos tranquilizantes diez años atrás de que se usaran realmente con animales furiosos)... bueno, ese tipo de héroe era mi tipo.

Aunque finalmente tuvo una revista propia, fue y aún es con Detective Comics con la que Batman está más íntimamente asociado en mi mente. Él era un detective de veras. Con las características casi divinas e inmortales de los superhéroes, los nuevos dioses del Olimpo lo rechazaron por ser un simple detective. No podía confiar en su super-aliento para hacer retornar Gotham City a su lugar original después de que el crimen se hubiera cometido. Tenía que coger a Riddler o al villano de turno antes de que pudiera lanzar esos jets nucleares. Como Sherlock Holmes, Batman observaba las pisadas que los rufianes dejaban, tomaba sus huellas digitales; recogía los cabellos de la escena del crimen y hacía interrogatorios. Conocía los rasos también como Holmes y el "modus operandi" de varios criminales. Buscaba pistas, sabiendo como todos los grandes detectives que si descubría su manera de actuar podía sorprender al criminal en su próximo paso. Batman vivía de su ingenio, desafiando y venciendo -a veces de forma muy brillante- a alguno de los grandes villanos jamás creados, frustrando desde robos de joyas a secuestros... y aún se las arreglaba para vivir otra identidad al mismo tiempo, la de Bruce Wayne, el conocido multimillonario. Amasó una fortuna, adquirió conciencia en los años 60 y educó además a su joven ayudante Dick Grayson.


Portada original del cómic Creepshow de Stephen King

Introducción original de Stephen King publicada en Batman #400 (octubre, 1986).


Ah... y otra cosa. Quizás la verdadera razón por la que Batman me atraía más que cualquier otro tipo. Había algo siniestro en él. Exacto. Me han entendido bien. Siniestro. Como The Shadow, "La Sombra", en las revistas antiguas o los vampiros, Batman era una criatura de la noche. Oh, sí, le veías luchar contra el crimen de día de vez en cuando, pero casi siempre era una figura entre las sombras o una bestia terrible lanzándose desde una ventana en la madrugada, con su capa flotando a su alrededor como grandes alas. En esas entradas espectaculares de Batman, casi siempre veías una especia de horror inmenso en los rostros de los malvados., expresión con la que muchas veces me identifiqué. Sí, pensaba (y aún lo pienso), sentado bajo un árbol en el jardín o quizás en la bañera o en el retrete (o, como niños, bajo las sábanas con una linterna). "Sí", pensaba, debían estar aterrorizados, yo lo estaría si algo así se me echara encima. Estaría aterrorizado incluso si no estaba haciendo nada malo. La noche era su hora, las sombras su lugar. Como el murciélago del que tomó su nombre, veía con sus manos, pies y orejas. Como Bruce Wayne era simpático, elegante, lleno de savoir faire y bonhomie, un hombre fácilmente imaginable delante del fuego en su biblioteca con una copa de coñac y una tabaquera de Cheez Doodles a mano. Pero cuando la Bat-señal se reflejaba en uno de los rascacielos de Gotham (o quizás contra una oportuna nube pasajera), una terrible e inexpresiva criatura emergía de la Bat-cueva. Podrías dispararle y sangraría...podrías darle un buen golpe en la cabeza y retrocedería por un momento... pero no podrías nunca. nunca, detenerlo.

Desde la cancelación del poco afortunado y camp serial de TV hasta 1982, más o menos, Batman vivió en un mundo sombras no solo como personaje sino como publicación. Hubo un tiempo, no me importa decirlo, en que me recuerdo rastreando las librearías con ansiedad a mediados de mes, seguro de que el Cruzado de la capa se habría ido, como un personaje más deslizado en la silenciosa oscuridad a la que otras grandes creaciones como J'onn J'onzz, el Detective Marciano; Plastic Man; los Blackhawks; Capitán Marvel, Turok y tantos otros habían caído antes que él. Parece ser que me equivoqué al preocuparme. Es difícil abatir a un murciélago. Durante los últimos cuatro años han ocurrido una de estas dos cosas: o nuevos fans se han interesado en las hazañas de Batman o muchos de los viejos vuelven a adorar silenciosamente a su ídolo. De cualquier forma, la avalancha de publicidad y las ventas espectaculares del Dark Knight, probablemente la mayor obra de arte en cómic publicada en edición popular, parece haber asegurado el éxito continuado de Batman. Para mí es tanto un gran alivio como un gran placer.

Quisiera felicitar al Cruzado de la capa por su larga y valiente historia, y agradecerle las horas de entretenimiento y diversión que me ha dado... y desearle muchos más años de heroica lucha contra el crimen. Ve a por ellos, Señor de la Noche. No dejes que tu Bat-señal falle nunca, que tu Bat-móvil se quede sin energía, que tu cinturón multiuso no esté fatalmente vacío en el momento crucial. Y por favor, no atravieses nunca mi ventana en medio de la noche. Probablemente me provocarías un ataque al corazón... y además, Señor de la Noche, estoy de tu parte. Siempre lo estuve.

Stephen King, 1986

Texto original traducido y adaptado por Sergio Pradera. Publicado en España en Batman. Especial Verano de Ediciones Zinco.

Comentarios

  1. A Stephen King le encanta Batman. Nada extraño en un tipo que creció leyendo cómics y cuya cultura es en buena medida popular. A mí no me parece que King sea un escritor de gran erudición, con grandes conocimientos, ni mucho menos el lamentable exhibicionismo pedante de tantos escritores reconocidos por la crítica "seria" y que deben adoptar una pose de sabios, siempre apacentando al ganado de ignorantes y opinando sobre todo lo divino y lo humano. King es un americano normal que escribe para la gente normal. Que tiene una imaginación y unos recursos prodigiosos, un olfato único, para llegar al corazón de los terrores ordinarios de millones de lectores de todo el mundo. Que cree en la lucha entre el bien y el mal, en buenos y malos, y que al final se impondrán, como corresponde, los buenos. Además, esto es lo que la gente normal quiere: que los cabrones no se salgan con la suya. O sea que la mentalidad americana de clase media que King representa tan bien es la de la mayoría de las personas, sean americanas o no. Habrá quien diga que King es simplista, que escribe para halagar los gustos del respetable, que sacrifica una buena trama a la profundidad etc etc. Es posible que sea así, pero no por ello King es menos legible y entretenido; lo que muchos eruditos a la violeta creen que son defectos, los fans de King creemos, al contrario, que son virtudes. King es el rey de la literatura popular, un escritor democrático, que respeta al "lector constante", como él dice, que solo quiere entretener y que, de vez en cuando, mete alguna que otra carga de profundidad, pero siempre sin sacrificar el objetivo real: hacernos pasar un buen-mal rato. King no toma por idiota al lector, pero es consciente de que la gran mayoría de las personas leen para pasar el rato, y que los lectores "intelectuales" son una exigua minoría. Por cierto, que muchos lectores "intelectuales" disfrutan de King a escondidas, como los niños; conozco algún caso así.

    A mí esta profesionalidad de King me encanta. Me parece admirable esta falta de pretensiones, de elitismo, tan de los EEUU. King es un tipo realista y práctico, un norteamericano arquetípico, al que le gustan las hamburguesas, pasear por la carretera de su pueblo y ver series de televisión, como a sus lectores de medio mundo, pero que, cuando se encierra a escribir, es infatigable en elucubrar pesadillas que llevan toda la vida acompañándonos y que han transformado el imaginario colectivo del horror. ¿Se puede pedir más?

    Un cordial saludo.

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    Respuestas
    1. Le gusta mucho Batman, y como “batfan”, me alegra. En varias de sus novelas como «IT», «La mitad oscura» y «Revival», por poner solo unos ejemplos, incluye referencias al personaje y a sus villanos.

      En cuanto al estilo de escritura de Stephen King, mucho se ha hablado y escrito al respecto a día de hoy. Tanto del lado de quienes lo defienden como de los que se posicionan en contra y lo atacan (más de estos últimos, a decir verdad). Como apuntas, el lenguaje que utiliza King es llano, y va dirigido al pueblo llano. Eso no implica que sea pobre, solo hace falta acercarse a su obra para comprobar que maneja un amplio vocabulario (sencillo, sí, pero bien medido) y un estilo propio que es su mejor baza. De ahí que haya “creado escuela”. Muchos (malos) autores intentan escribir como él sin conseguirlo, incluso sitúan sus obras en Maine, sin ser ellos residentes de aquella geografía y sin conocer su cultura, dando como resultado obras impersonales. Puede que no lleguemos a ver a King recibir un Pulitzer, aunque ha sido ya reconocido con otros galardones prestigiosos, pero no creo que eso a él le importe. Él escribe para sí mismo y publica para sus lectores. En ese sentido, me recuerda a Alfred Hitchcock con sus películas, siempre tiene al publico en mente. Bien por él, y por nosotros.

      Saludos.

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  2. Para mí, saber escribir con claridad y bien, para todo el mundo, es un gran mérito. Cuando se tienen las ideas claras, los recursos literarios y encima se cuenta con la atención del público, ¿qué más se puede pedir? Claro que Stephen King no es Dostoyevski, ni lo pretende. Sabe perfectamente lo que quieren sus lectores y se lo ofrece muy decentemente elaborado. ¿Queréis una ración de escalofríos? Pues marchando. Creo que en alguna ocasión dijo que él era el Burger King de la literatura sin pretensiones. Pero esto encierra, además de modestia, una ironía, porque, como muy bien apuntas, no es nada fácil imitar a Stephen King. Se puede hacer y se hace, pero suena a falso. No funciona. King tiene un universo propio, un estilo personal y un algo que es inimitable. Yo creo que este algo es sencillamente el talento. King tiene un gran talento, es un maestro en su mundo de la literatura popular de terror. Y esta corona nadie se la puede arrebatar. Ha escrito muchísimo, demasiado, y es un escritor irregular. Innegable. Pero si tenemos buena fe, a los escritores hay que valorarlos por lo bueno que escriben y no por lo malo o fracasado. Escritores reconocidos por la "crítica seria" tienen libros que se te caen de las manos. No todo lo "bueno" es bueno. King , sin pretensiones, es mucho mejor que muchos "buenos."

    Un saludo cordial.

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